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Alabado sea Dios.
Cuando el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) falleció, su escudo estaba efectivamente empeñado en la tienda de un ciudadano judío. Los musulmanes habían sido traicionados en Medina por algunas tribus judías que allí residían, por lo que el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) había ordenado combatir a estas tribus y expulsarlas de la ciudad. Sin embargo, no fue sino hasta el momento de la etapa final de su vida que el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) emitió órdenes de que no se permitiera el ingreso y la permanencia en toda la zona del Hiyaz (que abarca las ciudades de La Meca y Medina) de ningún no musulmán. Esta orden no fue llevada a cabo por el primer califa Abu Bakr (que Dios esté complacido con él) porque cumplirla abruptamente habría implicado transgredir los derechos de gente inocente. La orden fue cumplida progresivamente, y se terminó de cumplir durante el gobierno del califa ‘Umar Ibn al-Jattáb (que Dios esté complacido con él).