Jueves 18 Yumada az Zaniah 1446 - 19 Diciembre 2024
Español

La actitud del creyente frente a las calamidades

71236

Fecha de publicación : 25-11-2010

Vistas : 19543

Pregunta

Si una calamidad le sucede a un musulmán en su riqueza o salud, ¿cuál es la forma correcta de tratar con esto de acuerdo al Islam?

Texto de la respuesta

Alabado sea Dios.

 En primer lugar, las calamidades y los desastres son una prueba, y son un signo del amor de Dios por una persona, porque funcionan como una medicina: que aún si es amarga, se le da a quien se ama. Y a Dios pertenece la más alta descripción. En un reporte auténtico dice: “Las más grandes recompensas vienen con las más grandes pruebas. Cuando Dios ama a una persona, la prueba. Quien acepte eso, se gana la complacencia de Dios, pero quien esté disconforme con eso, se gana Su enojo”. Narrado por at-Tirmidhi, 2396; Ibn Máyah, 4031; clasificado como bueno por al-Albani  en Sahih at-Tirmidhi. 

Al-Hásan al-Basrí (que Allah tenga misericordia de él) dijo: “No se resientan con las calamidades y los desastres que ocurren, porque quizás en algo de lo que les disguste esté su salvación, y quizás en algo que ustedes prefieran esté su perdición”.

 Al-Fádl Ibn Sáhl dijo: “Hay una bendición en la calamidad que el sabio no debe ignorar, porque borra los pecados, nos da la oportunidad de alcanzar la recompensa de la paciencia, disipa la negligencia, nos recuerdan las bendiciones en tiempos de salud, nos ayuda a arrepentirnos, y nos incentiva a dar en caridad. 

 A través de la calamidad el creyente busca recompensa, y no hay forma de lograrla sino a través de la paciencia, y no hay forma de ser paciencia sino a través de una fe determinada y una fuerte voluntad. 

 Recuerden las palabras del Mensajero (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él): “Cuán maravillosa es la situación del creyente, porque sus asuntos son todos buenos, y esto no puede decirse sino del creyente. Si algo bueno le sucede, es agradecido y eso es bueno para él. Si algo malo le sucede, lo soporta con paciencia y eso es bueno para él” (Narrado por Muslim, 2999). 

 Por lo tanto, si una calamidad le sucede a un musulmán, debe decir ínna lilláhi wa ínna ilaihi raayi’ún (Verdaderamente, a Dios pertenecemos y a Él retornaremos), y recitar las súplicas que se han narrado del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). 

 Cuán maravillosos son aquellos momentos en los que una persona se vuelve hacia Dios y sabe que Él solamente es El Único que alivia la angustia y el pesar. Y cuán grande es el alivio cuando viene luego de las dificultades. Allah dijo (traducción del significado): 

 “Y por cierto que os probaré con algo de temor, hambre, pérdida de bienes, vidas y frutos, pero albricia a los pacientes [que recibirán una hermosa recompensa]. Aquellos que cuando les alcanza una desgracia dicen: Ciertamente somos de Allah y ante Él compareceremos. Éstos son quienes su Señor agraciará con el perdón y la misericordia, y son quienes siguen la guía” (al-Báqarah 2:155-157). 

 Muslim (918) narró que Umm Salamah (que Allah esté complacido con ella) dijo: “Oí al Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) decir: “No hay un musulmán golpeado por una calamidad y que dice lo que Dios le ha encomendado (Verdaderamente a Dios pertenecemos, y hacia Él es nuestro retorno. Oh Allah, recompénsame por mi aflicción y compénsame con algo mejor que eso), sin que Dios lo compense con algo mejor (que lo que ha perdido)”. Cuando Abu Salámah falleció, yo dije: “¿Quién entre los musulmanes es mejor que Abu Salamah, el primero en emigrar para unirse al Mensajero de Dios? Entonces yo lo dije, y Dios me compensó con el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él)”. 

 En segundo lugar, hay cosas que, si quien es golpeado por una calamidad piensa en ellas, le facilitarán sobrellevarla. 

 En su valioso libro Zaad al-Ma’ád (4/189-195), Ibn al-Qayím mencionó lo siguiente: 

“1 – Si observa lo que le ha sucedido, encontrará que lo que su Señor le ha permitido conservar es igual o mejor que lo que perdió, y si es paciente y lo acepta, Dios le reservará algo muchas veces más grande que lo que ha perdido con esta calamidad, y si Él quisiera podría haber hecho la calamidad aún mayor. 

 2 – El fuego de la calamidad puede extinguirse pensando en aquellos que han pasado cosas peores. Que mire a su derecha, ¿ve alguna otra cosa sino calamidades? Entonces, que mire a su izquierda, ¿ve alguna otra cosa que pérdidas? Si mira a la gente alrededor suyo, no verá otra cosa que gente que está siendo puesta a prueba, ya sea a través de la pérdida o a través de algo que les gusta, o a través de cosas que les disgustan. El dolor de este mundo es como un sueño, o como una sombra pasajera. Si ríes un poco, el llanto es mucho mayor, y si eres feliz por un día, la miseria abarcó toda una vida, y si has obtenido lo que querías durante un breve tiempo, el tiempo en que estuviste privado de ello fue mucho mayor. No hay un día de felicidad al que no le siga uno de pena. Ibn Mas’ud (que Allah esté complacido con él) dijo: “Por cada momento de alegría hay un momento de pena, y ninguna casa se llena con alegría sin que se llene también de pena”. E Ibn Sirín dijo: “No hay risa a la que no le siga el llanto”. 

 3 – Debe notarse que el sentirse aterrado o desesperado no hará que la calamidad desaparezca, sino que de hecho la hace aún peor. 

 4 – Debe señalarse que perder la recompensa por la paciencia rindiéndose, que es la misericordia y la guía que Dios nos ha garantizado como recompensa por la paciencia y por volverse hacia Él (diciendo ínna lilláhi wa ínna ilaihi raayi’ún (Verdaderamente, a Dios pertenecemos y a Él retornaremos)), es peor que la calamidad misma. 

 5 – Debe señalarse también que el pánico nos convierte en enemigos de la alegría y nos hace amigos de la tristeza; hace que Dios se enoje con nosotros y que Satanás se alegre por nuestra desgracia; destruye la recompensa y debilita la voluntad. Si uno es paciente, busca la recompensa, se esfuerza en complacer a Dios, se hace amigo de la alegría y la satisfacción y enemigo de la tristeza, busca aliviar las cargas de sus hermanos y consolarlos antes de que ellos lo consuelen a uno, esto es un signo de firmeza y de perfección del carácter, y no eso de abofetearse las mejillas, rasgarse las vestiduras y desear la muerte estando descontentos con el decreto divino. 

 6 – Debe notarse que lo que viene después de ser paciente y buscar la recompensa, es el placer y la alegría, que es muchas veces más grande que lo que podríamos haber tenido si hubiéramos conservado aquello que perdimos. Es suficiente “la casa de las delicias” que se le construirá para él en el Paraíso como recompensa por alabar a su Señor y volverse hacia Él (diciendo ínna lilláhi wa ínna ilaihi raayi’ún (Verdaderamente, a Dios pertenecemos y a Él retornaremos)). Por lo tanto, que decida entonces cuál de las dos calamidades es mayor: una calamidad en este mundo, o la calamidad de perder la casa de las delicias en el Paraíso eterno. At-Tirmidhi narró un reporte marfu’: “En el Día de la Resurrección la gente deseará que su piel hubiera sido cortada con tijeras en este mundo, cuando vean las recompensas de aquellos que fueron golpeados por las calamidades”. Y uno de los rectos sucesores dijo: “Si no fuera por las calamidades de este mundo, llegaríamos con las manos vacías al Día de la Resurrección”. 

 7 – Hay que señalar también El Único, Quien lo está probando es El Más Sabio y El Más Misericordioso, y que Él, glorificado y exaltado sea, no le envía esta calamidad para destruirlo ni causarle dolor ni acabar con él, sino que más bien está evaluándolo, testeando su paciencia, su sumisión a Él y su fe; esto es así para que Él pueda oír sus súplicas y pueda verlo de pie ante Él, buscando Su protección, lleno de humildad y presentándole sus quejas ante Él. 

 8 – Debe señalarse también que si no fuera por las pruebas y las tribulaciones de este mundo, los seres humanos desarrollarían un sentido de arrogancia, auto-admiración, o una actitud de insensibilidad en su corazón que los conduciría a su perdición en este mundo y en el Más Allá. Esto es un signo de la misericordia del Más Misericordioso, Quien nos evalúa de tanto en tanto con el remedio de las calamidades para protegernos de estas enfermedades del corazón, para mantener nuestra sumisión y actitud de sana servicialidad, y para eliminar todos los malos elementos de nuestra personalidad que puedan conducir a nuestra condenación. Gloria al Único, Quien muestra misericordia a través de las pruebas, y prueba a través de las bendiciones, como se ha dicho: “Dios puede bendecirnos con calamidades aún si son duras, y puede probarnos aún con facilidades”. 

 9 – También debe señalarse que la amargura de este mundo es la esencia de la dulzura en el Más Allá, como Dios convertirá al primero en el segundo. De la misma manera, la dulzura de este mundo es la esencia de la amargura en el Más Allá. Es mejor transitar por una amargura temporaria hacia la eterna dulzura, que cualquier otro camino. Si esto todavía no es lo suficientemente claro, entonces se debe pensar en lo que el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) dijo: “El Paraíso está rodeado de dificultades, y el Infierno está rodeado de deseos”. Fin de la cita. 

 Segundo, en muchos casos, si una persona responde bien a una calamidad, los demás entienden que esto es una bendición y un don, y no una prueba. 

 El Shéij al-Islam Ibn Taimíyah (que Allah tenga misericordia de él) dijo: “Una calamidad que te hace volverte hacia Dios es mejor para ti que una bendición que te hace olvidar el recuerdo de Dios”. 

 Sufián dijo: “Aquello que le desagrada a una persona puede ser mejor para ella que lo que desea, porque aquello que le desagrada lo hace invocar a Dios, mientras que aquello que le agrada lo vuelve desatento”. 

 Ibn Taimíyah (que Allah tenga misericordia de él) consideró su encarcelamiento como una bendición que le habían causado sus enemigos. 

 Ibn al-Qayím dijo: “Un día él (su maestro, Ibn Taimíyah) me dijo: “¿Qué pueden hacerme mis enemigos? Mi jardín está en mi corazón; donde sea que yo vaya, está conmigo y nunca me abandona. Mi arresto es reclusión (es decir, una oportunidad para profundizar en la adoración), que me maten significaría el martirio, y ser expulsado de mi ciudad sería un viaje”. 

 Él solía decir de su detención en la capital: “Si yo fuera a gastar la totalidad de esta ciudad en oro, no sería suficiente para expresar mi gratitud por esta bendición”. O dijo: “Eso no sería suficiente para recompensarles por lo que me han traído de bien”. 

 Cuando fue encarcelado, solía decir cuando estaba postrado: “Oh Allah, ayúdame a recordarte, a agradecerte y a adorarte como Te mereces. Dios lo quiso”. Ibn Al-Qayím dijo: “Él me dijo un día: “quien está realmente preso es quien tiene su corazón lejos de Dios, y el verdadero prisionero es el que está preso de sus deseos y caprichos”. Cuando entró en la capital y estaba dentro de sus muros, la miró y dijo: “Entonces, un muro será puesto entre ellos, con una gran puerta en él. Dentro estará la misericordia, y fuera estará el tormento” (al-Hadíd 57:13). Dios sabe que yo nunca vi a nadie que estuviera más contento con su vida que él, a pesar de todas las dificultades que experimentó, de la falta de lujos y confort, de hecho vivió en la situación opuesta a eso; y a pesar del cautiverio, las amenazas y el cansancio que tuvo que afrontar; a pesar de todo eso, él fue de las personas más felices en este mundo, el más contento, el más animado, el más satisfecho. Uno podía ver los signos de su alegría y felicidad en su rostro. Cuando teníamos miedo y estábamos esperando alguna calamidad, y no teníamos a dónde ir, íbamos con él y tan pronto como lo veíamos y oíamos su voz, nuestros temores desaparecían y eran reemplazados por contentamiento, optimismo, certidumbre y tranquilidad. Gloria a Quien mostró a algunos de Sus servidores Su Paraíso antes de que se reunieran con Él, y abrió sus puertas para ellos cuando estaban todavía en este mundo de acciones, para que algo de su brisa y fragancia los alcance y los haga dedicar más sus energías a buscarlo y rivalizar en alcanzarlo”. Fin de la cita. 

 Al-Wábil as-Sayíb (p. 110).

Origen: Islam Q&A