Alabado sea Dios.
No sería justo para nadie que examine las causas del declive de alguna nación concentrarse solamente en los aspectos externos de su declinación, aquellos aspectos que todo el mundo puede ver, porque lograr algún avance cultural es un proceso inmenso en el cual hay numerosos factores interrelacionados que juegan un rol. Estos factores se acumulan a lo largo de las décadas y penetran en todos los aspectos de la vida de una nación, lo cual conduce al ascenso de las comunidades poco a poco. Los seres humanos difícilmente podemos percibir este progreso porque es como la luz de la aurora; continúa viniendo, aparentemente sin cambios, hasta que su luz se esparce por todo el horizonte.
El Sagrado Corán nos relata algunos de los aspectos del progreso material, que fueron y todavía son una forma de prueba para la humanidad detrás de la cual nadie puede comprender su gran sabiduría y el gran impacto que tiene en la dinámica de la historia excepto Dios, glorificado y exaltado sea. Dios dijo (traducción del significado):
“Y el día que los incrédulos sean expuestos al Infierno se les dirá: Por cierto que desperdiciasteis las gracias que se os concedió en la vida mundanal volcándoos sólo a los placeres [y los pecados]. Hoy recibiréis un castigo humillante por haberos ensoberbecido en la Tierra injustamente, y por haber sido desobedientes” (Al-Ahqaf, 46:20).
“¿Acaso no transitan por la Tierra y observan cómo fue el final de quienes les precedieron? Eran más fuertes, cultivaron la tierra y la poblaron más que ellos, y cuando se les presentaron sus Mensajeros con las evidencias les desmintieron [y por ellos fueron destruidos]. Allah no fue injusto con ellos, sino que ellos lo fueron consigo mismos. 10. Y el destino de quienes obraron inicuamente fue el Infierno, porque desmintieron los signos de Allah y se burlaron de ellos” (Ar-Rum, 30:9-10).
Al-‘Allamah Muhámmad Rashid Rida (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“La creencia en la unidad absoluta de Dios en los primeros musulmanes, su conocimiento de Él, su amor por Dios y su confianza en Dios es lo que purificó sus almas, coronó sus ambiciones y les dio un sentido de dignidad y poder. Eso les permitió establecer la verdad y la justicia en sus comunidades, razones por las cuales aventajaron a las otras naciones intelectual y espiritualmente, las naciones de los astrólogos, de los rabinos, de los monjes y clérigos, que no estaban libres de las injusticias ni de la tiranía de los reyes. Fueron estos valores los fundamentos de la civilización, en base a las cuales posteriormente se desarrollaron las diferentes ramas de la ciencia y la tecnología. Fueron capaces de lograr todo eso de una forma sin precedentes pues ninguna otra nación de la Tierra lo había logrado hasta entonces. Gustave le Bon, el famoso sociólogo, dijo: “La maestría en las diferentes ramas de la ciencia y la tecnología no fue posible para ninguna nación ascendente en menos de tres generaciones: la primera generación aferrándose al pasado, la segunda generación comenzando el proceso de liberarse a sí mismos de la imitación ciega del pasado, y la tercera generación es la generación de la independencia y del trabajo duro (él dijo que esto se aplicaba a todas las naciones). La excepción fueron los árabes, que fueron capaces de establecer los fundamentos de la ciencia y la tecnología en una sola generación”.
Dice en Tafsir al-Manar, 11/173: “La causa de este ascenso fueron las enseñanzas del Sagrado Corán, que les enseñó a los musulmanes a ser independientes, les enseñó el sentido crítico y a evitar la imitación ciega. Les enseñó a estar preparados para conducir al pueblo, tanto en los asuntos espirituales como mundanos. Pero todo eso trastabilló en las siguientes generaciones, luego del debilitamiento del califato islámico y con el cese del florecimiento de la civilización árabe, cuando el gobierno de las comunidades musulmanas pasó a líderes de otros pueblos cuyo apego al Islam era meramente superficial para guardar las apariencias frente al pueblo”. Fin de la cita.
No podemos ignorar tampoco el impacto que tuvieron muchas de las conspiraciones y agresiones externas contra los imperios musulmanes, que se desarrollaron tanto desde el exterior como desde el interior a lo largo de los siglos. Sin embargo el pensamiento de los creyentes está muy por encima de cualquier sentimiento de derrotismo, de admirar o codiciar el progreso material de otros pueblos a riesgo de su ruina espiritual y moral, o de sentirse sobrecogidos frente a la gran responsabilidad de tener en sus manos la última revelación entregada por Dios a la humanidad. Con respecto a nuestros enemigos modernos, los israelíes, ellos se han esforzado duro en aprovechar cada oportunidad para socavar y corromper los lazos sociales y cualquier signo de paz, convivencia y fortaleza interior en las naciones musulmanas. Se han esforzado persistentemente en esto durante décadas y han tenido algunos logros, y han adquirido una posición de poder en nuestro tiempo gracias a la protección de las naciones cristianas de Occidente.
Pero nada de todo esto tiene que ver con el verso en el que Dios dijo (traducción del significado):
“¡Oh, hijos de Israel! Recordad las mercedes con las que os agracié y cómo os distinguí entre vuestros contemporáneos” (Al-Báqarah, 2:47)
Porque este verso nos habla de las bendiciones previas que Dios les concedió a los judíos a lo largo de la historia, y cuyo objetivo es recordarles que Dios los favoreció entre el resto de los pueblos y les entregó Su Revelación. Entre estas bendiciones que están mencionadas en el Sagrado Corán, Dios dijo (traducción del significado):
“Y cuando Moisés dijo a su pueblo: ¡Oh, pueblo mío! Recordad la gracia que Allah os concedió al hacer surgir Profetas entre vosotros, haceros reyes y agraciaros con lo que no agració a nadie de entre vuestros contemporáneos” (Al-Má'idah, 5:20).
Al-Háfiz Ibn Kazír (que Dios tenga misericordia de él) dijo:
“Aquí Dios, glorificado y exaltado sea, les recuerda las bendiciones que les concedió a sus ancestros y el favor con que los distinguió al haberles enviado profetas y mensajeros surgidos de su propio pueblo, revelándoles un Libro y dándoles una posición de poder sobre el resto de las naciones”. Fin de la cita de Tafsir al-Qur'án al-‘Adhím, 1/255.
Sin embargo, los musulmanes debemos considerar nuestra situación actual con optimismo y motivarnos a avanzar, esforzándonos duro por utilizar todos los medios posibles, tanto espirituales como mundanos. El fundamento de esa sociedad exitosa será siempre la rectitud individual, la de la persona que recuerda abundantemente a Dios y sabe que Él lo está mirando en todas las situaciones. Tales individuos son un factor constructivo y decisivo en la reforma de las comunidades y familias, porque no esperan a que el éxito llegue a ellos en una bandeja de oro sino que trabajan por ello a cada momento. Ellos se apresuran a tomar la iniciativa y se esfuerzan por hacer todo lo que sea bueno y beneficioso, poniendo su confianza en Dios con la esperanza de que Él los bendecirá en sus actos, no importa cuán pequeños sean, y recompensará a aquellos que hacen el bien con el éxito. Dios, glorificado y exaltado sea, sabe quién está intentando esparcir la corrupción y quién se está esforzando por hacer el bien, y los seguidores de Sus mensajeros a la larga prevalecerán y saldrán victoriosos. Dios dijo (traducción del significado):
“Se confabularon [para desmentir el Mensaje] y Allah desbarató sus planes; y ciertamente sus confabulaciones podrían haber derrumbados montañas. 47. No pienses [¡Oh, Muhámmad!] que Allah no cumplirá con la promesa que les hizo a Sus Mensajeros; ciertamente Allah es Poderoso, y se vengará [castigando severamente a quienes se nieguen a creer en Él y desmientan a Sus Profetas]” (Ibrahím, 14:46-47).
Y Allah sabe más.