Alabado sea Dios.
Indudablemente, el lazo que unía a las esposas del Profeta (que Dios esté complacido con todas ellas) era el de la hermandad espiritual y el amor por la causa de Dios. Este es el principio básico que debe unir a todos los creyentes en general. A eso puede agregarse su cercanía a la luz de la profecía, porque todas ellas vivían en el lugar donde la revelación descendía y el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) vivía. Por lo tanto, la piedad y el temor de Dios las protegía de caer en el error y les permitía pensar y actuar con madurez en momentos de discordia, cuando enfrentaban pruebas.
El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) las llamaba hermanas co-esposas. Muslim (1408) narró de Abu Hurairah que el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) dijo: “Una mujer no debe pedir que su hermana sea divorciada ni privada de lo que es legítimamente suyo, y que ella sea desposada en su lugar. Ella sólo tendrá lo que Dios ha decretado para ella”.
Así que, ¿cómo podrían ser las hermanas que eran esposas del Profeta (que Dios esté complacido con ellas)?
La piedad y el temor a Dios formaron un sólido fundamento que sobrepasó las inclinaciones naturales y los celos de las mujeres, o su tendencia a competir por la atención de un marido. Satanás no tenía esperanzas de causas problemas en la casa del Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), y ellas estaban muy lejos de tales actitudes, porque eran gente pura y purificada.
‘Aa'ishah (que Allah esté complacido con ella) dijo en un reporte: “El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le preguntó a Záinab Bint Yahsh acerca de mí: “Oh, Záinab, ¿qué sabes, qué has visto?”. Ella dijo: “Oh, Mensajero de Dios, yo no diría haber oído o visto algo que no vi ni oí, por Dios. No sé nada excepto cosas buenas”. Y ella era una de las esposas del Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) que solía competir conmigo, pero Dios la protegió porque era una mujer piadosa”. Registrado por Al-Bujari, 2661; Muslim, 2770.
El Imam An-Nawawi (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“Sus palabras “yo no diría haber oído o visto algo que no vi ni oí”, significa que ella había protegido su honor contra la mentira y que había protegido sus ojos y sus oídos de ver y oír algo indebido. Las palabras “ella era una de las que solía competir conmigo”, significa que ella tenía inclinación a ser celosa, pero su piedad era mayor que eso”. Fin de la cita de Shárh An-Nawawi ‘ala Muslim, 17/113.
Al-Háfiz (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“De este reporte aprendemos que el musulmán debe ponerse de pie para defender a su hermano, con piedad y honor, y debe defenderlo contra quienes intentan perjudicarlo, por más rivalidad que tenga con él”. Fin de la cita de Fáth al-Bari, 8/479.
Al-Bujari (2581) y Muslim (2442) registró que ‘Aa'ishah dijo: “Las esposas del Profeta enviaron a Záinab Bint Yahsh, que era la más cercana a mí en estatus. Yo nunca he visto una mujer mejor en su compromiso religioso que Záinab, más temerosa de Dios y veraz en su discurso, más guardiana de los lazos familiares y generosa para dar en caridad, ni más deseosa de acercarse a Dios. Pero ella era un poco proclive al enojo, aunque se calmaba enseguida”.
El hecho de tener cierta rivalidad con ella no le impedía reconocer sus virtudes ni tenerle la estima que se merecía.
Todo eso no impidió que sucedieran entre ellas (que Dios esté complacido con todas ellas) los celos naturales que suceden entre las mujeres que están distantemente relacionadas, así que esto no es de extrañar entre las co-esposas de un hombre, y más aún si el hombre a través de quien están relacionadas era el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él).
Se registró de ‘Urwah Ibn az-Zubair que ‘Aa'ishah le dijo que el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) la dejó sola en su casa una noche. Le dijo: “Yo me sentí celosa, entonces él volvió y vio lo que yo estaba haciendo. Me dijo: “¿Qué es lo que pasa contigo, ‘Aa'ishah? ¿Estás celosa?”. Yo le respondí: “¿Por qué no estaría celosa alguien como yo, de alguien como tú?”. Me preguntó: “¿Tu demonio ha venido a decirte cosas?”. Entonces le pregunté: “Oh, Mensajero de Dios, ¿hay un demonio conmigo?”. Me respondió: “Sí”. Le pregunté: “¿Está en cada persona?”. Me dijo: “Sí”. Le pregunté: “¿Está incluso en ti, Mensajero de Dios?”. Me respondió: “Sí, incluso en mí. Pero Dios me ayuda con él hasta que se someta a Él”. Registrado por Muslim en su Sahih, 2815.
As-Sindi (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“Las palabras “¿Ha venido tu demonio a decirte cosas?”, significa que ese demonio le ha hecho pensar a ‘Aa'ishah que el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se había ido con alguna de sus otras esposas, aprovechando que ella estaba confundida y preguntándose a dónde fue”. Fin de la cita de Haashiyat as-Sindi ‘ala an-Nasá'i.
Quien niegue que los celos pueden ocurrirle a una persona piadosa, incluso a las esposas del Profeta Muhámmad (que Dios esté complacido con todas ellas) no conoce la naturaleza del ser humano, tal como Dios lo ha creado. Pero el punto es que la piedad y el temor de Dios evita que estos celos tengan malas consecuencias, y protegen a la persona de cometer una injusticia motivada por esos celos.
Abu Dawud (3931) y Áhmad (26365) registraron que ‘Aa'ishah (que Allah esté complacido con ella) dijo:
“Yuwairíyah Bint al-Háriz Ibn al-Mustalaq cayó en poseción de Zábit Ibn Qais Ibn Shammás como botín, y ella hizo un contrato de manumisión para ella. Era una mujer muy bella y atractiva. Ella vino a preguntarle al Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) acerca de su contrato de manumisión, y cuando la vi de pie ante la puerta no me gustó, porque me di cuenta que el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) vería en ella lo mismo que yo veía. Ella dijo: “Oh, Mensajero de Dios, soy Yuwairíyah Bint al-Háriz y me ha pasado algo que tú no sabes. Yo caí en manos de Zábit Ibn Qais Ibn Shammás como botín, pero he hecho un contrato de manumisión con él y he venido a preguntarte acerca de esto. El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le dijo: “¿Y qué si te ofrezco algo mejor que eso?”. Ella le preguntó: “¿Y qué sería, Mensajero de Dios?”. Él le respondió: “Yo pagaré tu contrato de manumisión y te desposaré”. Ella respondió: “Está bien, acepto”.
La gente oyó que el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) había desposado a Yuwairíyah, y liberaron a los cautivos que tenían, los dejaron libres, diciendo: “Son parientes políticos del Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él)”.
No hemos visto nunca una mujer que trajera más bendiciones a su gente que ella. A causa de su matrimonio con el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), cien familias de los Banu Mustáliq fueron liberados”. Clasificado como bueno por Al-Albani y por los comentaristas de Al-Musnad.
A pesar del hecho de que ‘Aa'ishah estaba celosa de ella desde la primera vez que la vio, la describió como una fuente de bendiciones para su gente.
La actitud del Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) con sus esposas era un factor adicional que creaba armonía y cercanía entre ellas, porque él mostraba generosidad y buen trato con todas ellas. No se apartaba de ninguna de ellas hasta que su tiempo hubiera llegado, lo cual habría hecho que alguna de ellas se sintiera sola e incrementara los celos en su corazón. Más bien, él se reunía con ellas cada noche en la casa de cada una de ellas.
Muslim (1462) registró que Anas dijo: “El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) tenía nueve esposas, y cuando dividía el tiempo entre ellas no pasaba la noche con la primera hasta que habían pasado nueve días. Cada noche todas solían reunirse (y cenar) en la casa de aquella con la que él pasaría la noche”.
Y ‘Aa'ishah (que Allah esté complacido con ella) también dijo: “Cada noche él nos visitaba a todas, aunque sin mantener intimidad, hasta que llegaba a la casa de aquella con quien le correspondía pasar la noche, y allí se quedaba”. Registrado por Abu Dawud (2135), clasificado como auténtico por Al-Albani en Sahih Abi Dawud.
Al-Qurtubí (que Allah tenga misericordia de él) dijo en Al-Mufhim (13/90):
“Él solía hacer esto como una forma de confortarlas y de que no se sintieran solas, hasta que se iba y se quedaba con aquella con quien pasaría la noche, y de esta forma ellas estaban contentas con él”. Fin de la cita.
El Imam An-Nawawi (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“Este reporte demuestra la buena actitud que el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) tenía y cómo se preocupaba por todas ellas”. Fin de la cita de Shárh an-Nawawi ‘ala Muslim, 10/48.
Al-Bujari (4793) y Muslim (87) registraron que Anas (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“Cuando el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se casó con Záinab Bint Yahsh, ofreció un festín de bodas con pan y carne. Yo fui enviado a invitar a la gente al festín. Alguna gente llegó y comió, y luego se fue. Luego más gente llegaba, comía y después se iba. Yo llamé a la gente hasta que no pude encontrar a nadie más a quién invitar, entonces le dije: “Oh, Profeta de Dios, ya no puedo encontrar a nadie a quién invitar”. Me dijo: “Levanta las mesas entonces”. Tres personas se quedaron hablando en la casa. El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) salió y fue a la casa de ‘Aa'ishah (que Allah esté complacido con ella), donde dijo: “Que la paz esté contigo, Oh, gente de la casa, y la misericordia de Dios”. Ella dijo: “Y que sobre ti esté la paz y la misericordia de Dios. ¿Cómo encontraste a tu esposa, que Dios te bendiga?”. Él visitó las casas de todas sus esposas, una después de la otra, y las saludó como la había saludado a ‘Aa'ishah, y ellas le respondieron con la misma benevolencia y los mismos deseos”.
La versión registrada por Muslim dice: “Él fue a las casas de sus esposas y las saludó a todas, diciendo: “Que la paz esté contigo, ¿cómo estáis, gente de la casa?”. Y ellas solían decir: “Estamos bien, Mensajero de Dios. ¿Cómo está tu esposa?”. Y él respondía: “Bien”.
Al-Qurtubí dijo en Al-Mufhin (13/15):
“Él fue a los apartamentos de sus esposas a ver cómo estaban, a consolarlas y confortarlas, y a disipar cualquier mal sentimiento que ellas pudieran tener a causa de su matrimonio con otra mujer. Por eso ellas le respondían con gentileza, preguntándole si su nueva esposa se encontraba bien.
El hecho de que ellas dijeran tales palabras en la noche en que esta mujer se convertía en la co-esposa de ellas indicaba la madurez y responsabilidad de ellas, su paciencia y buena conducta, de otra forma ese habría sido un momento en que las mujeres ordinariamente estarían enojadas y se comportarían de forma distante e inmadura. Pero ellas eran mujeres conscientes, de buen carácter y buen corazón”. Fin de la cita.
A veces algunos celos podían manifestarse incluso en presencia del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), pero él manejaba la situación con calma y sabiduría, siendo justo con ellas, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
Al-Bujari (5225) registró que Anas dijo: “El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) estaba con una de sus esposas, cuando una de las madres de los creyentes les envió una vasija con algo de comida. La mujer en cuya casa el Profeta estaba golpeó la mano del muchacho que trajo la comida, y la vasija calló al piso y se rompió. El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) comenzó a juntar la comida junto con los pedazos, y dijo: “Vuestra madre está celosa”. Y entonces le pidió al muchacho que espere. Entonces hizo traer la vasija de la esposa en cuya casa estaba. Le dio al muchacho la vasija intacta para que la devuelva a su lugar, y dejó la vasija rota en la casa de la mujer que la rompió”.
A veces él (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) mezclaba un poco de bondad y humor con su manera de hacer justicia, y así convertía el asunto en algo menos dramático y de mejor ánimo, luego de que las cosas se habían puesto serias y hostiles.
Abu Ya’la registró en su Musnad (4476) que ‘Aa'ishah dijo: “Fui a donde estaba el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) con algo de jazirah (un plato preparado con carne y harina) que había preparado para él, y le dije a Sawdah, cuando el Profeta estaba sentado entre ella y yo: “Come”. Pero ella rehusó. Le dije: “Come o seguramente te arrojaré algo en la cara”. Pero ella rechazó la comida, y yo puse mi mano en la comida y le embarré la cara con ella. Entonces el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) sonrió y le puso un poco de comida en la mano, y le dijo: “Embárrale la cara”, y le sonrió. ‘Umar pasó por allí y dijo: “Oh, servidores de Dios, servidores de Dios…”, entonces él pensó que iba a entrar, y dijo: “Levántense y lávense la cara”. Al-Háfiz al-‘Iraqí (que Allah tenga misericordia de él) dijo en Tajrich al-Ihiá', 3/160: “Su cadena de transmisión es buena”. Fue clasificado como bueno por Al-Albani en As-Sahihah, 3131.
Entonces, si quedan tales sentimientos en los corazones de la gente, así es como Dios ha creado sus corazones, entonces si Dios quiere los perdonará.
Se registró de Ibn Sa’d en At-Taqabát (8/79) y de Ibn ‘Asaakir en su obra Taríj (69/152), que ‘Awf Ibn al-Háriz dijo: “Oí a ‘Aa'ishah decir: “Umm Habibah, la esposa del Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), me llamó cuando estaba muriendo y me dijo: “Ha habido entre nosotras lo que usualmente pasa entre las co-esposas; que Dios me perdone y te perdone por cualquier cosa que haya pasado”. Yo le dije: “Le pido a Dios que te perdone y te absuelva por todo eso”. Ella me dijo: “Me has hecho feliz, que Dios te haga feliz también”. Y envió a alguien a buscar a Umm Salamah, y tuvo con ella una conversación similar”.
En conclusión, lo que se requiere de un verdadero creyente, sea hombre o mujer, en tales situaciones y en cualquier otra, es no dejarse arrastrar por las malas inclinaciones de la naturaleza humana, por sus caprichos y deseos. Más bien, debe temer a Dios y proteger a los demás de la enemistad y la transgresión, manteniendo con todos sus hermanos y hermanas una relación de hermandad tan sincera como le sea posible, esforzándose por ello, por la causa de Dios. Dios, glorificado y exaltado sea, no elogió a Sus servidores creyentes por ser inmunes al egoísmo y los celos, sino por esforzarse en sobreponerse a ellos por la causa de Dios. Dios dijo (traducción del significado):
“En cuanto a quien se haya extralimitado, 38. Y preferido la vida mundanal, 39. Ciertamente el Infierno será su morada. 40. En cambio, quien haya temido la comparecencia ante su Señor y preservado su alma de seguir sus pasiones, 41. Por cierto que el Paraíso será su morada” (An-Naazi’át, 79:37-41).
Y Allah sabe más.