Domingo 21 Yumada az Zaniah 1446 - 22 Diciembre 2024
Español

Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él)

Pregunta

¿Podría usted darme algunos breves detalles acerca de la vida del Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él)?

Texto de la respuesta

Alabado sea Dios.

Habían surgido diferencias y disputas entre los Hijos de Israel. Ellos introdujeron alteraciones y cambios en sus creencias y leyes. Así la verdad se había extinguido y la falsedad llegó a prevalecer, la opresión y el mal se extendieron y la gente necesitaba la religión que establecería la verdad, destruiría al mal y guiaría a la gente al camino recto, por lo tanto Dios envió a Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), tal como Él dijo (traducción del significado): 

“No te hemos revelado el Libro [¡Oh, Muhámmad!] sino para que les aclares sobre aquello sobre lo que discrepaban, y como guía y misericordia para los creyentes” (an-Náhl, 16:64). 

Dios envió a todos los profetas y mensajeros para convocar a la humanidad a adorar a Dios solamente, y traer a la gente de las tinieblas de la ignorancia a la luz de conocimiento. El primero de estos mensajeros fue Noé, y el último de ellos fue Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con todos ellos), como Dios dijo (traducción del significado): 

“Por cierto que enviamos a cada nación un Mensajero [para que les exhortase a] adorar a Allah y a evitar al Seductor. Algunos de ellos fueron guiados por Allah, y a otros se les decretó el extravío. Transitad por la Tierra y observad cómo fue el final de quienes desmintieron [Nuestros signos]” (an-Náhl, 16:36). 

El último de los profetas y mensajeros fue Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), por lo tanto no habrá otro profeta después de él, tal como Dios dijo (traducción del significado): 

“Muhámmad no es el padre de ninguno de vuestros hombres, sino el Mensajero de Allah y el sello de los Profetas; y Allah es Omnisciente” (al-Ahzáb, 33:40). 

Cada profeta fue enviado exclusivamente a su propio pueblo, pero Dios envió a  Su Mensajero Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) a toda la humanidad, como Dios dijo (traducción del significado): 

“Y no te enviamos [¡Oh, Muhámmad!] sino como albriciador y amonestador para todos los hombres. Pero la mayoría lo ignora” (Saba' 34:28). 

Dios envió el Corán a Su Mensajero, para guiar a la gente y sacarles de la oscuridad a la luz, por la voluntad de su Señor. Dios dijo (traducción del significado): 

“Éste es el Libro que te hemos revelado para que saques a los hombres de las tinieblas a la luz, por la voluntad de tu Señor, y les guíes hacia el sendero de Allah, Poderoso, Loable” (Ibrahím, 14:1). 

El Mensajero de Dios, Muhámmad ibn ‘Abd Allah ibn ‘Abd el-Muttálib al-Háshimi al-Quraishi, nació en La Meca en el Año del Elefante, el año en que el ejército del elefante vino a La Meca para destruir la Ka’bah. Sin embargo, Dios los destruyó. Su padre falleció antes de que él naciera, y después de que había nacido, Halima as-Sa’díyah lo crió. Cuando él tenía seis años, visitó a sus tíos maternos en Medina, con su madre Áminah bint Wahb. En el camino de vuelta a La Meca, su madre falleció, en al-Abwá'. Entonces su abuelo, ‘Abd el-Muttálib, se convirtió en su tutor. Pero ‘Abd el-Muttálib falleció cuando Muhámmad tenía ocho años. Entonces su tío paterno, Abu Tálib, se convirtió en su tutor. Cuidó de él, lo trató con gentileza y lo defendió por más de cuarenta años. Pero cuando Abu Tálib falleció no había llegado a creer en la religión de Muhámmad, para no ser reprochado por la gente de Qureish por abandonar la religión de sus antepasados. 

Cuando era joven, Muhámmad solía pastorear ovejas para la gente de La Meca, y luego viajó a Siria para llevar a cabo unos negocios a nombre de Jadiyah bint Juwailid, e hizo buenas ganancias. Jadiyah se quedó impresionada con su carácter, con su sinceridad y honestidad, entonces le propuso matrimonio. Se casaron cuando él tenía 25 años y ella cuarenta, y él no se casó con ninguna otra mujer hasta que ella falleció. 

Dios hizo crecer a Muhámmad en una buena forma y cuidó de él, de tal forma que él era el mejor de su gente en su actitud y en todo sentido, el más generoso, el más paciente, el más veraz y el más sincero, y su gente le llamaba “al-Amín”, el confiable, a tal punto que los nobles de las tribus solían tomarlo como tesorero y confiarle pertenencias para que las resguardara. 

Entonces tuvo una inclinación a la soledad, y solía pasar muchos días y noches solo en la cueva del monte Hirá', adorando y rezando a Dios. Él detestaba a los ídolos, el alcohol y la promiscuidad, y nunca les prestó atención en su vida. 

Cuando Muhámmad alcanzó la edad de treinta y cinco años, tomó parte en la reconstrucción del Templo de la Ka’bah, que había sido destruido por una inundación. Surgió una disputa sobre quién tendría el honor de colocar la Piedra Negra en su lugar, y lo designaron como árbitro para resolver la disputa. Entonces él mandó a pedir una vestimenta y les pidió a los jefes tribales que sostuvieran la tela uno desde cada punta, de tal forma que todos tuvieran el honor de levantarla, y cuando llegaron al lugar Muhámmad mismo colocó la Piedra Negra en su lugar, y puso piedras y apisonó con un mortero alrededor de ella.

 La gente de la ignorancia preislámica solía tener algunas buenas características, como la generosidad, la lealtad y el coraje, y solían seguir algunas de las enseñanzas de la religión de Abrahán, tal como venerar el Templo de la Ka’bah y hacer la circunvalación alrededor de ella, realizar la peregrinación mayor y menor, y ofrecer sacrificios. Pero aparte de eso, solían tener muchos malos hábitos y tradiciones, tales como la fornicación, beber alcohol, practicar la usura, el infanticidio de sus hijas, la opresión y la adoración a los ídolos. 

El primero en introducir cambios en la religión de Ibrahím y en convocar a la adoración de los ídolos fue ‘Amr ibn Luhái al-Juzá’i, quien trajo ídolos a La Meca y otros lugares, y convocó a la gente a adorarlos. Entre estos ídolos estaban Wudd, Suwá', Iaguz, Ia’uq y Nasra. 

Más tarde, los árabes también adoraron otros ídolos, tales como al-Manat en un lugar llamado Qadid, y al-Lat en at-Tá'if, al-‘Úzza en Wadi Najlah, Hubal dentro de la Ka’bah, y otros ídolos alrededor de ella, y otros en sus hogares. La gente solía consultar a los adivinos y hechiceros para que juzguen entre ellos. 

Cuando la idolatría y la corrupción se esparcieron por la sociedad, Dios envió a Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), cuando tenía cuarenta años, para que convoque a la gente a adorar a Dios solamente y abandonar el culto a los ídolos. La tribu de Qureish lo denunció por eso y le dijo: 

“Él ha convertido a todos nuestros dioses en uno solo (Dios). Ciertamente, esto es algo curioso… ” (Sad 38:5). 

Estos ídolos continuaron siendo adorados en lugar de Dios, hasta que Dios envió a Su Mensajero Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) con el mensaje de la Unidad Absoluta de Dios (Tawhid). Así, llegó el tiempo en que él y sus compañeros (que Dios esté complacido con todos ellos) los quebraron y destruyeron, y la verdad prevaleció, y la falsedad se desvaneció: 

“Y di [cuando regreses victorioso a La Meca]: Ha triunfado la Verdad y se ha disipado lo falso, pues lo falso siempre se desvanece” (al-Isrá' 17:81). 

La primera revelación que le fue enviada al Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) fue en la cueva del monte Hirá', donde él solía retirarse para adorar a Dios, cuando Gabriel llegó a él y le ordenó leer. El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le respondió: “Yo no sé leer”. Esto sucedió tres veces, hasta que Gabriel le dijo: 

“¡Lee! [¡Oh, Muhámmad!] En el nombre de tu Señor, Quien creó todas las cosas. Creó al hombre de un cigoto. ¡Lee! Que tu Señor es el más Generoso” (al-‘Álaq, 96:1-3). 

El Mensajero de Dios regresó a su casa, con su corazón latiendo con fuerza. Fue con su esposa Jadiyah y le dijo lo que le había sucedido, diciéndole “Temo por mí”. Ella lo calmó y le dijo: “Por Dios, que Dios nunca te abandonará. Tú mantienes los lazos familiares, apoyas al débil, honras a tus huéspedes, das en caridad y ayudas cuando alguien es golpeado por una calamidad”. Entonces ella lo llevó con su primo Waraqah ibn Nawfal, que era conocedor un cristiano conocedor de las escrituras. Cuando le contó lo que había sucedido, Waraqah le dio buenas noticias, y le dijo que lo que había visto era el ‘Namus’ (Espíritu), que Dios había enviado a Moisés. Lo animó a ser paciente si su gente lo perseguía o lo expulsaba. Entonces la revelación cesó por un tiempo, y el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se entristeció por eso. Un día mientras estaba caminando, vio al ángel nuevamente, entre los cielos y la Tierra. Volvió a su casa y se envolvió en su manta. Entonces Dios reveló estas palabras (traducción del significado): 

“¡Oh, tú [Muhámmad] que te envuelves en el manto! Levántate y advierte [a los hombres]” (al-Muddázzir 74:1-2). 

Después de eso, las revelaciones llegaban una tras otra al Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). 

El Profeta se quedó en La Meca por trece años, convocando a la gente a adorar a Dios solamente, en secreto y abiertamente, cuando Dios le ordenó proclamar la verdad. Entonces él convocó a la gente con amabilidad, sin pelear. Convocó a su clan y parientes cercanos, y luego advirtió a su gente y a aquellos que estaban a su alrededor, luego a todos los árabes, y luego a la humanidad. Entonces Dios dijo (traducción del significado): 

“Difunde lo que se te ordena [públicamente] y despreocúpate de los idólatras” (al-Híyr 15:94). 

Sólo unas pocas personas, gente rica, nobles, débiles, pobres, hombres y mujeres, creyeron en el Mensajero de Dios. Todos ellos fueron perseguidos por su fe, y algunos fueron torturados y asesinados. Algunos de ellos entonces emigraron a Abisinia (Etiopía), huyendo de la persecución de la tribu de Qureish, y otros fueron perseguidos junto con el Mensajero de Dios. Pero Dios hizo prevalecer Su religión. 

Cuando el Profeta alcanzó la edad de cincuenta y hacía diez años que su misión había comenzado, su tío Abu Tálib, quien lo había protegido de la persecución de los Qureish, falleció. Luego, su esposa Jadiyah, quien había sido su consuelo, también falleció, y la persecución sobre su gente se intensificó. Fueron acosados y perseguidos con toda clase de tormentos, y él lo soportó con paciencia, buscando la recompensa de Dios. Que Dios bendiga y otorgue la paz a nuestro Profeta Muhámmed. 

Luego Dios tomó a Su Mensajero en el Viaje Nocturno, y lo llevó desde al-Masyîd al-Haram (el Templo de la Ka’bah), en La Meca, hasta al-Masyîd al-Aqsá, en Jerusalén, montado en al-Buraq (un caballo alado), y acompañado por Gabriel. Se detuvo y condujo a los profetas en la oración, y luego fue llevado desde la parte más baja del cielo, donde vio a Adán, con las almas de los bendecidos a su derecha y las almas de los condenados a su izquierda. Entonces fue llevado al segundo cielo, donde vio a Jesús y a Juan; luego al tercero, donde vio a José (Yusuf); luego al cuarto, donde vio a Idris; luego al quinto cielo, donde vio a Aarón; luego al sexto cielo, donde vio a Moisés; y luego al séptimo cielo, donde vio a Abrahán. Luego fue llevado a Sidrat al-Muntaha (el Loto de la Linde), y su Señor le habló y le encomendó cincuenta oraciones para él y su comunidad, cada día y cada noche. Entonces eso fue reducido a cinco oraciones, con una recompensa por cincuenta, y la oración fue confirmada con uno de los cinco pilares cada día y noche para la comunidad de Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). Luego regresó a La Meca antes de la aurora, y les contó lo que había sucedido. Los creyentes creyeron, pero los incrédulos no. 

“Glorificado sea Quien transportó a Su Siervo durante la noche, desde la mezquita sagrada [de La Meca] a la mezquita lejana [de Jerusalén] cuyos alrededores bendijimos, para mostrarle algunos de Nuestros signos. Él es Omnioyente, Omnividente” (al-Isrá', 17:1).

 Entonces Dios envió a Su Mensajero (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) gente que podía ayudarlo y apoyarlo. Durante la temporada de la peregrinación, se encontró con un grupo de la tribu de Jazrach en Medina. Ellos abrazaron el Islam, volvieron a Medina y difundieron el Islam allí. El año siguiente, eran cerca de diez persona, a quienes el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se encontró, y cuando se fueron les envió a Mus’ab ibn ‘Umair con ellos para enseñarles el Corán y el Islam. Mucha gente se convirtió al Islam a través de él, entre ellos los líderes de la tribu de Aws, Sa’d ibn Mu’ádh y Usaid ibn Hudair. 

El año siguiente, cuando la temporada de la peregrinación llegó, más de setenta hombres de al-Aws  y al-Jazrach llegaron e invitaron al Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) a venir a Medinah, luego de que la gente de La Meca lo había perseguido y boicoteado. Durante la noche de uno de los días de Tashríq, el Mensajero acordó encontrarse con ellos en al-‘Aqabah. Cuando había pasado un tercio de la noche había pasado, llegaron y encontraron al Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) acompañado por su tío al-‘Abbás, que no era creyente pero quería cuidar de los asuntos de su sobrino. Al-‘Abbás, el Mensajero y la gente hablaron juntos en una forma placentera, y luego el Mensajero de Dios aceptó sus juramentos de lealtad accediendo a emigrar a Medina para que ellos le protegieran, lo apoyaran y lo defendieran, y ganarían el Paraíso a cambio. Ellos juraron lealtad uno por uno, y luego se fueron. La tribu de Qureish supo acerca de ellos, y comenzó a perseguirlos. Pero Dios los salvó, y el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) permaneció en La Meca por un tiempo. 

“Ellos fueron expulsados injustamente de sus hogares sólo por haber dicho: Nuestro Señor es Allah. Si Él no hubiera hecho que los creyentes vencieran a los incrédulos, se habrían destruido monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas en donde se recuerda frecuentemente el nombre de Allah. Ciertamente Allah socorre a quien se esfuerza denodadamente por Su religión, y Allah es Fuerte, Poderoso. Aquellos que, si los afianzamos en la Tierra, practican la oración prescripta, pagan el Zakat, ordenan el bien y prohíben el mal. Y a Allah vuelven todos los asuntos” (al-Hách 22:40). 

Luego el Mensajero de Dios ordenó a sus compañeros emigrar a Medina, entonces ellos emigraron en grupos, excepto por aquellos que no pudieron salir a causa de los idólatras. Entonces no quedaron musulmanes en La Meca, excepto el Mensajero de Dios, Abu Bákr, y ‘Ali. Cuando los idólatras se dieron cuenta que los compañeros del Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) habían emigrado a Medina, temieron que él se uniera a ellos y se fortalecieran. Por lo tanto acordaron asesinarlo. Gabriel le informó al Mensajero de Dios acerca de lo que planeaban, pero el Mensajero de Dios le ordenó a ‘Ali que durmiera en su cama, y él devolvió las cosas que le habían sido confiadas al Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) por sus propietarios. Los idólatras pasaron la noche en la puerta de la casa del Mensajero de Dios, esperando para matarlo cuando saliera, pero él salió en medio de ellos recitando unos versos y fue a la casa de Abu Bákr sin ser visto, y así Dios lo salvó del complot. Luego Dios reveló las palabras (traducción del significado): 

“Y recuerda [¡Oh, Muhámmad!] cuando se confabularon contra ti los incrédulos para capturarte, matarte o expulsarte [de tu territorio]. Se confabularon y Allah decidió castigarles, porque Allah es Quien mejor desbarata los planes [de Sus enemigos]” (al-Anfal, 8:30). 

Entonces el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) decidió emigrar a Medina, y él y Abu Bákr salieron para la caverna del monte Záwr y se quedaron allí por tres noches. Contrataron a ‘Abd Allah ibn Abi Uraiqit, que era idólatra, como su guía, y le dejaron sus camellos a cargo. La tribu de Qureish se alarmó cuando ellos salieron, y los buscaron por todas partes, pero Dios protegió a Su Mensajero. Cuando la búsqueda había decaído, salieron de la cueva y viajaron a Medinah. Cuando los Qureish perdieron la esperanza de encontrarlos, ofrecieron a cualquiera que pudiera traer a uno de ellos o a ambos, la recompensa de doscientos camellos. Así la gente intensificó su búsqueda sobre el camino a Medinah, y Suraqah ibn Málik los encontró; él era idólatra y salió a buscarlos, pero el Mensajero de Dios rezó contra él y las piernas de su caballo se clavaron en el suelo. Así él se dio cuenta de que el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) estaba protegido, y le pidió al Mensajero de Dios que rece por él, y le dijo que no lo lastimaría. Así el Mensajero de Dios rezó por él y Suraqah volvió, y distrajo a la gente para que no lo encontrara. Luego de la conquista de La Meca, él se convertiría al Islam. 

Cuando el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) alcanzó medina, los musulmanes exclamaros “¡Dios es Grande!” con alegría por su llegada. Hombres, mujeres y niños salieron a su encuentro, regocijados. Él se quedó en Quba, donde él y los musulmanes construyeron la mezquita de Quba. Se quedó allí por aproximadamente diez noches, luego montó el viernes entre los Banu Sálim ibn ‘Awf, entonces montó en su camella e ingresó a Medina, y la gente que lo rodeaba disputó por invitarlo a quedarse con él,  y tomaba las riendas de su camello para fuera y se quedara con ellos. El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) les pidió que dejaran sola a su camella, que Dios la guiaría, para que caminara y escogiera un lugar dónde sentarse, que es el lugar donde actualmente está la Mezquita del Profeta en Medina. 

Dios le posibilitó a Su Mensajero quedarse con sus tíos maternos cerca de la mezquita, y se quedó en la casa de Abu Ayyúb al-Ansari, entonces el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) envió a alguien que trajera a su familia y a sus hijas, y la familia de Abu Bákr desde La Meca, y así los trajeron a Medina.

Entonces el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y sus compañeros comenzaron a construir su mezquita en el lugar donde la camella se había sentado. Él la orientó para rezar en dirección a Bait al-Maqdis, el Templo de Jerusalén. Sus pilares fueron hechos de troncos de árbol y su techo de hojas de palmera. Pero luego Dios cambió la dirección a la que debían orientarse los musulmanes al rezar, hacia el Templo de la Ka’bah, más de diez meses después de que él se había asentado en Medina. 

Luego el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) estableció la hermandad entre los emigrados de La Meca y los auxiliares de Medina. El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) hizo un trato con los judíos y escribió un documento pactando la paz y la mutua defensa de Medina. El erudito judío ‘Abd Allah ibn Salam se convirtió al Islam, pero la mayoría de los judíos se aferraron a su religión. En ese año el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se casó con ‘Aa'ishah (que Allah esté complacido con ella). 

En el segundo año de su estancia en Medina, se prescribió el llamado a la oración, y Dios cambió la dirección de los rezos (qiblah) hacia el Templo de la Meca, la Ka’bah, y se instituyó el Ayuno del sagrado mes de Ramadán. 

El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) permaneció en Medina y Dios lo apoyó con Su ayuda. Los emigrados de La Meca y los auxiliantes de Medina consolidaron sus filas alrededor de él, y sus corazones le veneraban. Los idólatras, los judíos, y los hipócritas, se coaligaron contra él; lo calumniaron e inventaron mentiras y le declararon la guerra, pero Dios le ordenó ser paciente y tolerante. Cuando los musulmanes estuvieron lo suficientemente fuertes, Dios les dio la orden de luchar, y reveló el verso (traducción del significado): 

“Se les permitió combatir [a los creyentes] porque fueron oprimidos, y en verdad, Allah tiene poder para socorrerles” (al-Hách 22:39). 

Entonces Dios les ordenó a los musulmanes defenderse, y enfrentar a quienes los perseguían y acosaban: 

“Y combatid por la causa de Allah a quienes os combatan, pero no seáis agresores; porque ciertamente Allah no ama a los agresores” (al-Báqarah, 2:190). 

Luego Dios les ordenó combatir a los idólatras como ellos los habían combatido:

“no obréis pues en contra vuestra [desobedeciendo a Allah] y combatid a los idólatras así como ellos os combaten; y sabed que Allah está con los piadosos” (at-Tawbah, 9:36). 

El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y sus compañeros comenzaron a convocar a la gente a adorar solamente a Dios, y esforzarse en luchar por la causa de Dios. Dios frustró los planes de sus enemigos y alivió la opresión de los oprimidos. Dios los ayudó con Su poder, hasta que la adoración se consagró solamente a Dios. 

El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) combatió a los idólatras en la batalla de Bádr, en el año 2do después de la Emigración (Héyirah), en Ramadán, y Dios le concedió la victoria sobre ellos y los derrotaron. En el año 3ro después de la Emigración la tribu judía de Banu Qainuqá' los traicionó, asesinando a un musulmán, entonces el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) los expulsó de Medina, y se dirigieron a Siria. 

Entonces la tribu de Qureish quiso vengar a sus muertos que habían sido abatidos en la batalla de Bádr. Acamparon alrededor del monte Uhud en el mes de Shawwál del año 3ro después de la Emigración. La batalla fue feroz, y la mayoría de los arqueros desobedeció la orden del Mensajero de Dios, así que los musulmanes no alcanzaron la victoria, pero los idólatras volvieron a La Meca sin haber podido ingresar a Medina. 

Los judíos de la tribu de Banu an-Nudair decidieron entonces traicionar al Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y asesinarlo, arrojándole una roca, pero Dios lo salvó. Entonces él los sitió en el año 4to, y los expulsó a Jaibar. 

En el año 5to después de la Emigración el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) combatió a los Banu al-Mustalaq, repeliendo sus agresiones. Obtuvo la victoria sobre ellos, y obtuvo un gran botín. Pero algunos líderes judíos intentaron incitar a los Coaligados idólatras contra los musulmanes, para acabar con el Islam en el corazón de su tierra. Los idólatras, al-Ahbash y los judíos de la tribu de Ghatafán, se reunieron alrededor de Medina, pero Dios frustró su complot y le concedió la victoria al Mensajero de Dios y a los creyentes: 

“Allah frustró a los incrédulos, que llenos de ira no alcanzaron lo que se proponían, e hizo que los creyentes no entraran en combate [enviándoles un fuerte viento que desanimó a los incrédulos]. Allah es Fuerte, Poderoso” (al-Ahzáb 33:25). 

Entonces los judíos de Banu Quraiza traicionaron al Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y rompieron su tratado de paz, y el Mensajero los sitió. Dios le concedió la victoria sobre ellos. 

En el año 6to después de la Emigración, el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) decidió visitar el Templo de la Ka’bah en La Meca, y realizar la peregrinación mayor, pero los idólatras le impidieron el ingreso. Entonces él firmó con ellos el Tratado de Hudaibiyah, para cesar las hostilidades por diez años, durante los cuales la gente estaría segura para transitar y podrían elegir lo que quisieran. Entonces la gente ingresó al Islam en muchedumbres (Capítulo an-Násr, 110:2). 

En el año 7mo después de la Emigración, el Mensajero de Dios sitió la ciudad de Jaibar, donde se habían refugiado muchos de los líderes judíos que eran hostiles a los musulmanes y que no cesaban de complotar contra ellos. Dios le dio la victoria sobre ellos. Luego el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) envió cartas a los reyes del mundo conocido, invitándolos al Islam. 

En el año 8vo después de la Emigración el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) despachó un ejército al mando de Zaid ibn Hárizah para tratar con los agresores. Pero los romanos reunieron un ejército inmenso y asesinaron a los comandantes musulmanes, pero Dios salvó al resto. 

Entonces los idólatras de La Meca rompieron su tratado de paz, y el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) cabalgó contra ellos con un gran ejército y conquistó La Meca. Él limpió el Templo de la Ka’bah de los ídolos que allí había y la liberó de la custodia de los incrédulos. 

Luego llegó la campaña de Hunain en Shawwál, el 8vo año después de la Emigración, para repeler la agresión de las tribus de Zaqif y Hawazin. Dios los derrotó y los musulmanes se apropiaron de un importante botín de guerra. Entonces el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) continuó su marcha hacia Tá’if y la sitió, pero Dios no decretó que fuera conquistada, entonces el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) rezó por ellos, y luego se marcó. Ellos posteriormente se convirtieron al Islam, y entonces él volvió y distribuyó el botín de guerra. Sus compañeros realizaron la peregrinación menor y luego regresaron desde La Meca a Medina. 

En el año 9no después de la Emigración llegó la campaña de Tabuk, durante un tiempo de dificultades y calor intenso. El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) fue a Tabuk para derrotar los complots de los romanos bizantinos. Él acampó allí, pero no tuvo lugar ninguna batalla, aunque hizo tratados con algunas tribus, luego volvió a Medina. Esta fue la última campaña militar en la cual el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) peleó. En el mismo año llegaron las delegaciones de diversas tribus, deseando ingresar al Islam. Entre esas delegaciones estaban las tribus de Tamim, Táiy', ‘Abd el-Qais y Banu Hanifah. Todos ellos se convirtieron al Islam, y el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le ordenó a Abu Bákr dirigir a la gente en la peregrinación mayor ese año. También envió a ‘Ali (que Dios esté complacido con él) con él y le dijo que recitara el capítulo At-Tawbah para ellos, para anunciar simbólicamente el alejamiento de los idólatras. Le dijo que convocara a la gente, y ‘Ali dijo en el Día del Sacrificio (al finalizar la temporada de la peregrinación): “¡Oh, pueblo! Ningún incrédulo ingresará al Paraíso, y ningún idólatra realizará la peregrinación después de este año, y ninguna persona desnuda circunvalará el Templo. Quien tenga un tratado con el Mensajero de Dios, entonces el tratado se respetará hasta que expire”. 

En el año 10mo después de la Emigración, el Mensajero de Dios (que Dios esté complacido con él) decidió realizar la peregrinación mayor, y convocó a toda la gente a peregrinar con él. Mucha gente de Medina y otras partes realizó la peregrinación con él. Él ingresó en la consagración ritual desde el sitio de Dul Halifah, y llegó a La Meca en el mes de Dul Híyyah. Realizó la circunvalación al Templo y el recorrido ritual entre las colinas de Safa y Marwa, y le enseñó a la gente el ritual. Impartió un grandioso y conciso sermón en la colina de ‘Arafah, en la cual reafirmó la justicia de las normas del Islam. Dijo: 

“Oh, pueblo, escuchen mis palabras, porque no sé si me volveré a encontrar con ustedes este año. Oh, gente, vuestra sangre, vuestras riquezas y vuestro honor son sagrados, tal como es sagrado este día, en este mes sagrado, en este lugar sagrado. Cada práctica de la ignorancia preislámica queda anulada y las venganzas tribales están canceladas. El primer reclamo de sangre que es abolido es el de Rabi’ah ibn al-Háriz, que fue criado entre la tribu de Bani Sa’d y asesinado por Hudail. La usura de la ignorancia preislámica queda abolida, y la primera deuda que queda abolida es la de mi tío ‘Abbás ibn ‘Abd el-Muttálib. Queda abolida completamente. 

Teman a Dios en lo concerniente a las mujeres, porque las han tomado en la confianza de Dios y Él ha hecho sus cuerpos lícitos para vosotros, a través de Sus divinas palabras. Vuestros derechos sobre ellas es que ellas no deben permitirle a nadie que a ustedes no les agrade ingresar a vuestro hogar. Si lo hacen, impónganles un castigo, pero no sean crueles. Sus derechos sobre vosotros es que deben tratarlas con dulzura, vestirlas y darles el sustento. 

Les he dejado algo que, si se aferran a ello, no se extraviarán luego de que yo me vaya: el Libro de Dios. Si les preguntaran acerca de mí, ¿qué dirían?”

Ellos respondieron: “Daríamos testimonio de que has entregado el Mensaje, que cumpliste y nos aconsejaste sinceramente”. 

Entonces él señaló con su dedo índice hacia el cielo, y luego hacia la gente, y dijo: “Oh, Dios, sé testigo, sé testigo”, tres veces. 

Cuando Dios perfeccionó su religión y sus principios básicos habían sido establecidos, Dios le reveló el siguiente verso en ‘Arafah: 

“Hoy os he perfeccionado vuestra religión, he completado Mi gracia sobre vosotros y he dispuesto que el Islam sea vuestra religión” (al-Má'idah 5:3). 

Esta peregrinación es llamada la Peregrinación de Despedida, porque en ella el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se despide de la gente, y no volvió a realizar la peregrinación después de eso. Luego de completar su peregrinación mayor, el Mensajero de Dios regresó a Medina. 

En el año 11avo después de la Emigración, en el mes de Safar, el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) cayó enfermo. Cuando el dolor se hizo muy intenso, le dijo a Abu Bákr (que Dios esté complacido con él) que dirigiera a la gente en la oración. En el mes de Rabi’ al-Áwwal, su enfermedad empeoró y falleció, en la mañana de Lunes 12 de ese mes. Los musulmanes fueron golpeados por el dolor y la pena. El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) fue lavado, y los musulmanes ofrecieron una oración funeraria por él el día 13, en la noche, y fue enterrado en la casa de ‘Aa'ishah (que Allah esté complacido con ella). El Mensajero falleció, pero su religión permanecerá hasta el Día de la Resurrección. 

Luego los musulmanes escogieron a quien había sido su compañero en la caverna durante la Emigración, Abu Bákr (que Dios esté complacido con él), para ser su sucesor. Luego de Abu Bákr, el título de Califa pasó a ‘Umar ibn al-Jattáb, luego a ‘Uzmán ibn ‘Affán, y luego al yerno y sobrino del Profeta, ‘Ali ibn Abi Tálib (que Dios esté complacido con todos ellos). Estos fueron conocidos como los Califas Rectamente Guiados (al-Julafá' ar-Rashidún). 

Dios bendijo a Su Mensajero Muhámmad grandemente, y le encomendó las nobles virtudes, como Dios dijo (traducción del significado): 

“¿Acaso no te encontró huérfano y te amparó, y te encontró sin tener conocimiento [acerca de este Mensaje] y te guió, y te encontró pobre y te enriqueció [con las victorias y los botines conseguidos]? [¡Oh, Muhámmad!] No trates mal al huérfano.

No rechaces al mendigo. Y divulga las gracias de tu Señor” (ad-Duhá', 93:6-11). 

Dios honró a Su Mensajero con nobles características que no fueron combinadas en ninguna otra persona, al punto de Dios lo elogió por eso: 

“Ciertamente eres de una naturaleza y moral grandiosas” (al-Qálam, 68:4). 

Con estas nobles características, él (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) fue capaz de unir a la gente bajo una misma causa y suavizar sus sentimientos, por la gracia de Dios: 

“Por misericordia de Allah eres compasivo con ellos. Si hubieras sido rudo y duro de corazón se habrían alejado de ti; perdónales, pide perdón por ellos y consúltales en las decisiones. Pero cuando hayas tomado una decisión encomiéndate a Allah. Allah ama a quienes se encomiendan a Él” (Ali ‘Imrán, 3:159). 

Dios envió a Su Mensajero Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) a toda la humanidad. Le reveló el Corán y le ordenó convocar a la gente para que adore a Dios, como Él dijo (traducción del significado): 

“Exhortas [a los hombres a creer en] Allah con Su anuencia, y eres como una antorcha luminosa [que guía a quienes están en las tinieblas hacia la luz de la fe]” (al-Ahzáb 33:46). 

Dios favoreció a Su Mensajero sobre los demás profetas en seis formas, como el mismo Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) lo dijo: 

“He sido favorecido por encima de los demás profetas en seis formas: se me ha dado la habilidad del discurso conciso; se me ha ayudado con la capacidad de infundir temor en los corazones de mis enemigos; se me ha hecho permisible el botín de guerra; la Tierra entera se me ha hecho pura como lugar de adoración; he sido enviado a toda la humanidad; y soy el Sello de los Profeta”. Narrado por Muslim, 523. 

Toda la humanidad está convocada a creer en él y seguir la sabiduría de sus leyes, que conducen al Paraíso: 

“A quien obedezca a Allah y a Su Mensajero, Él le introducirá en jardines donde corren los ríos, y donde vivirán eternamente. Éste es el éxito grandioso” (an-Nisá' 4:13). 

Dios elogió a aquellos entre la Gente de las Escrituras (judíos y cristianos) que creyeron en el Profeta Muhámmad, y les dio las buenas noticias de una doble recompensa, como Dios dijo (traducción del significado): 

“Quienes recibieron Nuestra revelación anteriormente [judíos y cristianos] creyeron en él [el Corán]. Y cuando se les recitaba [el Corán] decían: Creemos en él; por cierto que es la Verdad que proviene de nuestro Señor. Ya nos habíamos sometido a Allah antes de esta revelación. Éstos son quienes recibirán su recompensa duplicada por haber sido perseverantes, y haber respondido con buenas acciones a aquellos que les trataron de mal modo, y haber dado en caridad parte de lo que les habíamos proveído” (al-Qásas 28:52-54). 

El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) dijo: “Hay tres que recibirán una doble recompensa: una persona de la Gente de las Escrituras que creyó en su Profeta, luego vivió hasta el tiempo del profeta siguiente, creyó en él y lo siguió…”.

Origen: De Usul al-Din al-Islami por el Sheij Muhammad ibn Ibrahim al-Tuwaijri