Alabado sea Dios.
En primer lugar, el hecho de que han sucedido milagros en esta comunidad religiosa es algo probado y acerca de lo que no tenemos dudas. Esta es una de las formas en las que Dios hace que los creyentes se reafirmen en el camino recto, y es parte de su recompensa en este mundo.
At-Tahhawi (que Allah tenga misericordia de él) dijo en Al-‘Aqidah (pág. 84):
“Creemos en lo que se ha narrado acerca de los milagros porque se han mencionado en reportes auténticos de narradores confiables”. Fin de la cita.
Sin embargo, es esencial para el musulmán abordar este asunto con precaución y un entendimiento correcto, porque los eventos extraordinarios pueden tener como protagonistas también a gente poco honrada, lo cual puede hacer que los ignorantes piensen que son milagros reales cuando en realidad pueden ser engaños.
El shéij Ibn Taimíyah (que Allah tenga misericordia de él) dijo: “Los milagros sucedidos a los hombres rectos y piadosos son algo conocido y creíble, de acuerdo al consenso de los eruditos del Islam y a la comunidad de la Tradición Profética. Esto está indicado en el Sagrado Corán en más de un pasaje, y también en reportes auténticos de los compañeros del Profeta Muhámmad y de la generación posterior de sus discípulos. Hubo en el pasado grupos que los negaron, como los yahamíyah y otros. Pero también es cierto que muchos de aquellos que reclaman haber realizado milagros, o aquellos a los que la gente les atribuye milagros, pueden haber estado confundido o pueden haber estado mintiendo”. Fin de la cita de Muktasar al-Fatawa al-Masríyah, 2/63.
Debemos señalar entonces que los verdaderos milagros que suceden a los servidores de Dios, sólo surgen a causa de su relación con Dios, por seguir el camino recto y aferrarse a él.
El shéij Ibn Taimíyah (que Allah tenga misericordia de él) dijo: “El verdadero milagro es un signo con el cual Dios honra la firmeza y el apego al camino de la rectitud. No hay honor que Dios pueda conferir a alguno de Sus servidores que pueda equipararse al honor de ayudarlo a hacer aquello que Él ama y aquello que Le complace, aquello que le acercará más a Él y lo elevará en estatus”. Fin de la cita de Maymu' al-Fatáwa, 11/298.
En segundo lugar, hay noticias de que algunos de estos hechos milagrosos le sucedieron al shéij Ibn Taimíyah (que Allah tenga misericordia de él), que fueron narrados por algunos de sus estudiantes o gente que lo conoció. Ibn al-Qayím (que Allah tenga misericordia de él) dijo:
“He visto algunos ejemplos maravillosos de la intuición del shéij Ibn Taimíyah, y nunca he visto nada más grande que eso. Los incidentes acerca de su excelente intuición podrían llenar un libro.
Él le habló a sus compañeros sobre el ingreso de los tártaros en Siria, en el 699 después de la Emigración, y que los ejércitos musulmanes serían derrotados pero que no habría asesinatos masivos ni toma de prisioneros en Damasco, y que el interés principal del enemigo sería apoderarse de las riquezas. Esto fue antes de que los tártaros iniciaran siquiera alguna acción militar o atacaran.
Luego, él le dijo a la gente y a los comandantes en el 702 después de la Emigración, cuando los tártaros comenzaron a desplazarse hacia otras zonas de Siria, que esta vez serían derrotados y que los musulmanes saldrían victoriosos, y juró muchas veces que esto sería así. Le dijeron: “Di ‘Si Dios quiere’ (in sha Allah)”. Entonces él dijo ‘Si Dios quiere’, pero lo dijo en un tono de afirmación y certeza, no con algún atisbo de duda o vacilación. Yo lo oí decir eso. Su intuición acerca de los detalles de estas dos batallas fue ciertamente enorme.
Cuando fue convocado a Egipto había planes para asesinarlo, luego de que algunos políticos e intrigantes que querían liberarse de él habían puesto a la gente en su contra. Sus compañeros se reunieron para despedirlo y le dijeron: “Hemos recibido muchas cartas confirmando que hay gente en Egipto que tiene la intención de asesinarte”. Él respondió: “Por Dios, que nunca llegarán tan lejos”. Preguntaron: “¿Serás encarcelado?”. Y él respondió: “Sí, y será por un largo tiempo, luego saldré y hablaré a la gente de la Tradición Profética, y habrá multitudes que se reunirán a escucharme”. Yo ciertamente le oí decir eso.
Cuando el hombre que lo odiaba, que era conocido como al-Jáshinkir, llegó al poder, le avisaron acerca de eso y le dijeron: “Ahora ha llegado al poder y hará lo que quiera contigo”. Y él se postró ante Dios en gratitud, y permaneció así por un largo tiempo. Le dijeron: “¿Por qué has hecho eso?”. Y él respondió: “Este es el comienzo de su humillación y el fin de su influencia ha comenzado ahora; el fin de su autoridad está a un palmo”. Le preguntaron: “¿Y cuándo será eso?”. Él respondió: “Los caballos de las tropas no serán ensillados antes de que su autoridad se haya desvanecido”.
Y sucedió como él dijo. Yo lo oí decir eso.
En otra ocasión dijo: “Mis compañeros y otros llegaron a verme y yo vi en sus rostros y sus ojos cosas que no les mencioné”. Alguien le preguntó: “¿Por qué no les dijiste?”. Y él respondió: “¿Quieres acaso que sea como un espía de las autoridades?”.
Un día le dije: “Si nos hablas acerca de ello, nos ayudará a aferrarnos al camino de la rectitud”. Y él respondió: “No serías capaz de lidiar conmigo ni siquiera por una semana”. En más de una ocasión él me habló de asuntos personales y privados, en base a los cuales yo tomé algunas decisiones pero de los que no hablé. Él también me habló de algunos eventos mayores que sucederían en el futuro, pero no afirmó que sucederían en un tiempo específico. Y yo he visto algunos de ellos, y otros estoy esperando que sucedan.
Pero lo que sus compañeros más cercanos vieron de estas cosas es mucho más de lo que yo he visto”. Fin de la cita de Madarich as-Saalikín, 2/458-459.
Mejor que este relato es el que narró Ibn al-Qayím (que Allah tenga misericordia de él) en su libro Al-Wábil as-Sáyyib (pág. 67), en el cual dijo:
“Dios sabe, nunca he visto a nadie más feliz y contento que él a pesar de las dificultades que estaba atravesando, un tipo de vida que es totalmente lo opuesto a la comodidad y al placer, y a pesar de que él fue encarcelado y maltratado hasta quedar exhausto. A pesar de todo eso, él era una de las personas más contentas y felices que yo conocía, una de las de espíritu más fuerte y más alegre. Uno podía ver su rostro resplandecer de serenidad.
Recuerdo cuando nos sentíamos temerosos, angustiados y pesimistas e íbamos a verlo, y tan pronto como lo veíamos y oíamos sus palabras, toda nuestra angustia y pesimismo se disipaba y se convertía en paz interior, certeza y fuerza.
Glorificado sea Aquel que hace que Sus servidores experimenten la alegría del Paraíso antes de encontrarse con Él, y abre Sus puertas para ellos en el reino de los esfuerzos (este mundo), para que algunos de ellos puedan tener una brisa confortante y la fragancia les alcance y los motive a seguir buscando”. Fin de la cita.
En tercer lugar, con respecto a los milagros de otros sabios y gente honrada en esta comunidad, eruditos, ascetas, orantes, hay muchas de tales historias. Citaremos algunos pocos ejemplos que han sido narrados por los eruditos en sus libros.
Sin embargo, debemos resaltar que muchas de estas historias que han sido narradas no han podido ser debidamente confirmadas, y que si van a tomarse como evidencia sería esencial verificar estos reportes antes de tomarlos como una descripción fidedigna de los hechos o citarlos.
Se narró que Qais Ibn Abi Hazim dijo: “Vi a Jalid Ibn al-Walid (que Dios esté complacido con él) en Hirah. Le trajeron un poco de veneno y él preguntó: “¿Qué es esto?”. Le respondieron: “Es un veneno que mata en un muy corto tiempo”. Él dijo: “En el nombre de Dios (Bismillah) y luego se lo tragó y no le pasó nada”. Fin de la cita de Sharh Usul I’tiqad Ahl as-Sunnah wa al-Yama’ah, 6/498; al-Bidáiah wa an-Niháiah, 6/382.
Se narró que Zabit al-Bunani dijo: “Estaba con Anas cuando uno de sus auxiliares vino a verlo y le dijo: “Oh, Abu Hamzah, nuestra tierra está padeciendo una gran sequía”. Anas se puso de pie, hizo la ablución, luego salió al desierto y rezó dos módulos de oración. Luego ofreció una súplica, y yo pude ver a las nubes que comenzaron a aparecer, y luego llovió hasta que todo el cielo estaba completo de ellas. Cuando la lluvia se detuvo, Anas envió a uno de los miembros de su familia a mirar, y le dijo: “Ve y fíjate hasta dónde ha llegado la lluvia”. Entonces él fue a mirar, y se dio cuenta que no había llegado más allá de su propia tierra, excepto por una corta distancia”. Fin de la cita de Sharh Usul I’tiqad Ahl as-Sunnah wa al-Yama’ah, 7/11; al-Bidayah wa an-Nihayah, 9/107.
Se narró que Ya’far Ibn Zaid al-‘Abdi dijo: “Salimos de campaña a Kabul y entre el ejército estaba Silah Ibn Ashiam. Cuando estábamos cerca de territorio enemigo el comandante dijo: “Nadie entre nuestras tropas debe andar vagando solo lejos del ejército”. Sin embargo, una mula de Silah se extravió llevándose su carga y él comenzó a rezar. Le dijeron: “El ejército ha comenzado a moverse”. Él dijo: “Serán sólo dos breves módulos que rezaré”. Luego ofreció una súplica, y dijo: “Oh Dios nuestro, te ruego que me devuelvas esa mula y lo que ella carga”. Y cuando terminó la súplica, la mula llegó y se paró frente a él”. Fin de la cita de Sharh Usul I’tiqad Ahl as-Sunnah wa al-Yama’ah, 7/142.
Se ha narrado que Naafi’ Ibn Abi Nu’aim dijo: “Cuando Abu Ya’far Iazid Ibn al-Qa’qa’ al-Qari’ fue lavado para ser amortajado después de morir, observaron que el área entre su garganta y su pecho se veía como la página de un Corán, y ninguno de aquellos que estuvieron presentes dudaron de que lo que estaban viendo era la luz del Corán”. Fin de la cita de Tajdib al-Kamal, 33/201.
Se ha narrado de Muhámmad Ibn Ziyad al-Alhani, de Abu Muslim al-Jaulani, que una mujer puso a su esposa en su contra, entonces él rezó contra ella y ella perdió la vista. Entonces ella llegó a verlo y le dijo: “Oh, Abu Muslim, es cierto que yo he hecho tal y tal cosa, pero ciertamente no lo volveré a hacer”. Y entonces él dijo: “Dios nuestro, si ella está diciendo la verdad, restáurale por favor la vista”. Y ella recuperó la vista”. Fin de la cita de Hiliat al-Auliya', 5/121.
Se ha narrado que Billal Ibn Ka’b al-‘Akki dijo: “Algunos muchachos le dijeron a Abu Muslim al-Jaulani, cuando una gacela pasó por allí: “Rézale a Dios para que detenga a esta gacela, para que podamos cazarla”. Él rezó a Dios, y la gacela se detuvo hasta que la atraparon con sus manos”. Fin de la cita de Tarij Dimashq, 27/215.
Se ha narrado que Shaqiq dijo: “Estaba en una de mis granjas cuando apareció una nube, y oí salir de ella una voz que decía: “Derrama tu lluvia en la tierra de Fulano de Tal”. Entonces fui a la casa de ese hombre y le dije: “¿Qué haces con tus cosechas?”, y me dijo: “Planto un tercio (es decir, junto las semillas para plantar), como un tercio, y doy un tercio en caridad”. Fin de la cita de Sharh Usul I’tiqad Ahl as-Sunnah wa al-Yama’ah, 7/94.
Se ha narrado de Abu al-‘Alá' Ibn ‘Abdillah Ibn ash-Shajjir que ‘Amir Ibn ‘Abd Qais solía tomar su sueldo y llevarlo en el dobladillo de su ropa superior, y no se encontraba con ningún pobre que le pidiera sin que él le diera algo. Luego, cuando se encontraba con su familia, él les daba lo que había ganado, ellos lo contaban y era la misma cantidad que le habían pagado”. Fin de la cita de Tarij Dimashq, 26/29; Al-Isabah, 5/77.
Se ha narrado que Yunús dijo: “Cuando Mutarrif Ibn ‘Abdullah ingresó a su casa, las vasijas en su casa glorificaban a Dios”. Fin de la cita de Tarij Dimashq, 58/323; Hiliat al-Auliya’, 2/206.
Se ha narrado que Qatadah dijo: “Mutarrif Ibn ‘Abdullah y un compañero suyo estaban hablando en una noche oscura, y en la punta del látigo que uno de ellos tenía, había una luz. Él le dijo a su compañero: “Si le contamos a la gente acerca de esto dirán que estamos mintiendo”. Mutarrif dijo: “Quien diga que estamos mintiendo sería más mentiroso”. Fin de la cita de Hiliat al-Auliya’, 2/205; Siyar A’lam an-Nubala', 4/193.
Se ha narrado que al-Yurairi dijo: “’Abullah Ibn Shaqiq era un hombre cuyas súplicas eran respondidas. Las nubes pasaban por donde él estaba y él decía: “Dios nuestro, no las dejes ir más allá de tal y tal lugar antes de que derramen lluvia”, y las nubes no se iban de tal lugar antes de que allí lloviera”. Fin de la cita de Tarij Dimashq, 29/161.
Se ha narrado que al-Hariz Ibn an-Nu’mán dijo: “Ibrahím Ibn Adam solía recoger dátiles frescos de un roble”. Fin de la cita de Tarij Dimashq, 6/326; Siyar A’lam an-Nubala', 7/393.
Se ha narrado que Iahia Ibn Kazir as-Basri dijo: “Kahmas Ibn al-Hasan compró algo de harina por un dirham y comió un poco de ella, y luego de un largo tiempo la pesó y encontró que todavía había la misma cantidad que había comprado”. Fin de la cita de Ziyar A’lam an-Nubala', 6/317.
Hay muchas historias como estas en los libros de los eruditos, que tratan con biografías y con historias de las primeras generaciones de musulmanes honrados y piadosos, tales como las obras Az-Zuhd por el imam Áhmad, Hiliat al-Awliya' por Abu Na’im al-Asbahani, Siyar A’lam an-Nubala' por ad-Dahabi, al-Bidaiah wa an-Nihaiah por Ibn Kazir, y muchos otros.
Pero algunas de estas historias no están autenticadas y probablemente estén exageradas, especialmente las historias que podemos encontrarnos entre los grupos que exageran en su devoción, como los sufíes acerca de sus sheijs. Por eso at-Tahhawi (que Allah tenga misericordia de él) dijo: “Creemos en lo que se ha narrado acerca de los milagros porque se han mencionado en reportes auténticos de narradores confiables”.
El shéij al-Albani dijo en su comentario sobre la obra de at-Tahhawíyah: “El autor hizo bien en limitarse a los reportes que se han probado como auténticos, porque la gente, especialmente en las generaciones posteriores de musulmanes, narró muchas historias de milagros a tal punto que se narraron muchas historias falsas como supuestos milagros, que nadie que tuviera un atisbo de razón o sentido común podía dejar de dudar de su falsedad. De hecho en algunos casos contienen actos o creencias idólatras”. Fin de la cita de Tajrich al-‘Aqidah at-Tahhawíyah, pág. 84.
Esperamos que leas un libro muy importante acerca de este tópico que es Al-Furqán Baina Awliya' ar-Rahmán wa Awliya' ash-Shaitán, del shéij Ibn Taimíyah.
Y Allah sabe más.