Alabado sea Dios.
El asunto de cómo lidiar con el enojo ya ha sido tratado. Por favor, vea la pregunta número 658. Algunas formas de hacerlo son las siguientes:
- Buscar refugio en Al-lah del maldito Shaitán.
- Mantenerse callado.
- Calmarse. Si uno está parado, sentarse; si uno está sentado, recostarse.
- Recordar la recompensa de refrenar la ira, tal como dice el hadiz sahih (narración profética auténtica): “No te enojes y el Paraíso será tuyo”.
- Comprender el alto estatus de aquel que logra controlarse, tal como dice el hadiz sahih: “A aquel que logra frenar su ira, Al-lah le cubrirá sus faltas. A aquel que controla su furia –incluso cuando la puede mostrar–, Al-lah le llenará su corazón de esperanza en el Día de la Resurrección” (clasificado como hasan/sólido por Al Albani en As-Silsilah As-Sahihah, 906).
- Aprender las enseñanzas del Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) sobre el enojo.
- Saber que controlar la ira es una de las señales de la piedad, tal como dice el hadiz citado arriba.
- Prestar atención cuando uno es amonestado, controlarse y seguir los consejos.
- Conocer los malos efectos de la ira.
- Pensar en cómo el enojo nos afecta cuando estamos en ese estado.
- Suplicar a Al-lah que quite el resentimiento de nuestros corazones.
Aquí dejamos una hermosa historia que te puede ayudar a lidiar con tu hijo:
Había un muchacho que siempre perdía los estribos. Su padre le dio una bolsa llena de clavos y le dijo, “Hijo mío, quiero que claves un clavo en nuestro cerco del jardín cada vez que quieras descargar tu enojo y estés enfurecido”.
El hijo siguió el consejo de su padre. En su primer día clavó 37 clavos, pero hacerlo no era fácil, entonces comenzó a controlarse cuando se enojaba. A medida que pasaban los días, cada vez clavaba menos y menos clavos, y en pocas semanas ya podía controlarse y lograba no enojarse. Fue a su padre y le contó lo que había logrado. Su padre estaba feliz por su esfuerzo y le dijo: “Pero ahora, hijo mío, debes sacar un clavo por cada día que no estás enojado”.
El hijo hizo eso hasta que no quedaron clavos en el cerco. Fue a su padre y le contó lo que había logrado. Él lo llevó al cerco y le dijo: “Hijo mío, has hecho bien, pero mira estos agujeros en el cerco; ya no volverá a ser el mismo”. Luego agregó, “Cuando dices cosas enojado, dejan marcas como estos agujeros en los corazones de los demás. Puedes apuñalar a alguien y remover el cuchillo, pero no importa cuántas veces pidas perdón, la herida siempre permanecerá”.
Y Al-lah sabe más.